Otra vez el esperpéntico ruido de las sotanas. Hay que hacer un profundo ejercicio democrático-espiritual para aceptar las declaraciones y manifestaciones de la cavernícola iglesia española.
Esta vez le ha tocado a la manera que tienen los ciudadanos de relacionarse afectivamente. A esta relación, le llaman “Familia” y la encorsetan y le dan un marcado tinte de machismo, autoritarismo hacia adentro y servilismo hacia el poder, así como de correa de transmisión de las supersticiones y “valores” que les permiten seguir comiendo de la sopa boba. Ellos quieren decidir, como hacían antaño, con quien nos acostamos, cuantos hijos tenemos y hasta la posición en la que debemos realizar el coito. Tiene narices.
Uno podría pensar que estamos en los años treinta, con unos prelados beligerantes contra todo lo que signifique progreso y libertad. Uno intentaría buscar puntos coincidentes con aquella época, pero nos equivocaríamos y no por que no los haya. La actitud de la iglesia puede ser prácticamente la misma, pero la realidad social de nuestro país no lo es y lo que es más importante, la propia realidad de la iglesia tampoco es la misma.
En 2008 nos encontramos con una población de creyentes bastante más reducida e incluso una disminución esclarecedora de las vocaciones sacerdotales. Resultados: pocos feligreses y menos curas. Lejos de admitir errores propios, la iglesia española se acoge como a un clavo ardiendo a las manifestaciones del Papa-Inquisidor, realizadas en Ratisbona, en las que anima a sus huestes a que ocupen espacios políticos a través de fuerzas netamente católicas. Intervenir en política para defender, también ellos, su puchero diario.
No puedo decir que me sorprenda la desfachatez e hipocresía de los que se declaran demócratas a la hora de pasar sus nóminas a las arcas del Estado pero que al mismo tiempo no aceptan los principales preceptos democráticos, como la libertad de creencias, de decisión, de orientación sexual y de un largo etcétera.
Si me sorprende el aguante de este gobierno socialista, que aplica la famosa tolerancia con una mano y con la otra no hace más que concederles prebendas económicas y lo que es peor, sigue manteniendo a estos filisteos como formadores ideológicos de los ciudadanos a través de conciertos educativos y culturales, permitiéndoles invertir el dinero que a todos, sin exclusión, nos obligan a darles, para invertir en medios de comunicación golpistas, en campañas contra la democracia y contra la libertad.
Ay Mendizábal, cuanto te encuentro a faltar.
Esta vez le ha tocado a la manera que tienen los ciudadanos de relacionarse afectivamente. A esta relación, le llaman “Familia” y la encorsetan y le dan un marcado tinte de machismo, autoritarismo hacia adentro y servilismo hacia el poder, así como de correa de transmisión de las supersticiones y “valores” que les permiten seguir comiendo de la sopa boba. Ellos quieren decidir, como hacían antaño, con quien nos acostamos, cuantos hijos tenemos y hasta la posición en la que debemos realizar el coito. Tiene narices.
Uno podría pensar que estamos en los años treinta, con unos prelados beligerantes contra todo lo que signifique progreso y libertad. Uno intentaría buscar puntos coincidentes con aquella época, pero nos equivocaríamos y no por que no los haya. La actitud de la iglesia puede ser prácticamente la misma, pero la realidad social de nuestro país no lo es y lo que es más importante, la propia realidad de la iglesia tampoco es la misma.
En 2008 nos encontramos con una población de creyentes bastante más reducida e incluso una disminución esclarecedora de las vocaciones sacerdotales. Resultados: pocos feligreses y menos curas. Lejos de admitir errores propios, la iglesia española se acoge como a un clavo ardiendo a las manifestaciones del Papa-Inquisidor, realizadas en Ratisbona, en las que anima a sus huestes a que ocupen espacios políticos a través de fuerzas netamente católicas. Intervenir en política para defender, también ellos, su puchero diario.
No puedo decir que me sorprenda la desfachatez e hipocresía de los que se declaran demócratas a la hora de pasar sus nóminas a las arcas del Estado pero que al mismo tiempo no aceptan los principales preceptos democráticos, como la libertad de creencias, de decisión, de orientación sexual y de un largo etcétera.
Si me sorprende el aguante de este gobierno socialista, que aplica la famosa tolerancia con una mano y con la otra no hace más que concederles prebendas económicas y lo que es peor, sigue manteniendo a estos filisteos como formadores ideológicos de los ciudadanos a través de conciertos educativos y culturales, permitiéndoles invertir el dinero que a todos, sin exclusión, nos obligan a darles, para invertir en medios de comunicación golpistas, en campañas contra la democracia y contra la libertad.
Ay Mendizábal, cuanto te encuentro a faltar.